El Sur Global aterriza abajo y a la izquierda: la exclusión de la migración climática en los mecanismos de protección internacional y la emancipación neozapatista

Maximiliano Pérez Gallardo Díaz[1]

Resumen: El objetivo principal del artículo es presentar de manera concisa los resultados de una investigación exhaustiva desarrollada en el último semestre de la carrera de Relaciones Internacionales. Además, se incluye un análisis de la influencia del neozapatismo en el apartado dedicado a la emancipación desde el Sur Global. A través de una metodología cualitativa, el presente artículo sintetiza la recopilación bibliográfica realizada, encuadra el fenómeno dentro de los matices de su aparición, analiza el comportamiento internacional al respecto y ofrece una crítica final sobre el fracaso del sistema internacional sobre cumplir con las expectativas que este mismo puso sobre sí. Por último, incluye una perspectiva futura basada en la emancipación de los vulnerables, junto con una ligadura, por lo menos ideológica, con el legado neozapatista.

Palabras clave: migración climática, cambio climático, emancipación, relaciones internacionales, ética.

El presente artículo sintetiza y muestra los resultados teóricos originados del proyecto de investigación “El aterrizaje del Sur global: Análisis sobre la exclusión de la migración climática en los actuales mecanismos internacionales de protección”. Este proyecto se desarrolló durante el Seminario de Investigación en Relaciones Internacionales II, basado en el análisis cualitativo del fenómeno de la migración climática[2] a nivel internacional a través de una extensa revisión bibliográfica y desarrollo teórico sustentado en la Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales.

El proyecto se enfoca en la exclusión del fenómeno de la migración climática dentro de la estructura moderna de protección que ofrecen los mecanismos internacionales relacionados con la migración, surgidos de la composición contemporánea de la comunidad internacional. Se argumenta que los actores principales del sistema internacional han ignorado deliberadamente la inclusión de dicho fenómeno como una categoría migratoria digna de atención. Esto se debe a que no encaja dentro de los intereses de las naciones ni de la arquitectura internacional establecida tras la Segunda Guerra Mundial.

En el proyecto se recopilan las bases empíricas suficientes para encuadrar la migración climática como una realidad actual, pero con miras más intensas en el futuro próximo, planteándola como el mayor desafío que enfrente la humanidad en los próximos años. Por medio de una breve revisión de momentos en los que la comunidad internacional pudo abordar la cuestión, y no lo hizo, se sostiene que la falta de acción internacional por conveniencia es una contradicción fundamental con el proyecto político y moral sobre el que descansan los cimientos de la comunidad internacional moderna.

En el proyecto se defiende la tesis de que, debido a la propia naturaleza de la comunidad internacional moderna, el Sur Global ha sido sistemáticamente excluido de los espacios de decisión internacional, aunque la evidencia científica afirma que dichas comunidades serán las más afectadas por la crisis climática. Por ello, mediante la consulta a autores como Frantz Fanon (1961) y Enrique Dussel (2017), se argumenta que el quiebre ético de la comunidad internacional representa una oportunidad y responsabilidad para el Sur Global de emanciparse y tomar las riendas de su destino transformando el régimen del refugio[3] para que contemple la migración climática.

Es aquí donde la influencia del neozapatismo permea con más claridad, que, con su naturaleza transgresora, revolucionaria y propositiva, ofrece distintas maneras de pensar la emancipación. Haciendo uso de su dimensión más internacional, en este artículo se desarrolla la relación entre el esfuerzo emancipatorio que vislumbran los autores de la Teoría Crítica internacionalista utilizados para la construcción de mi proyecto de investigación, como Carol Farbotko (2018), y la herencia neozapatista que otorga la posibilidad de otras maneras de existir, otras maneras de emanciparse y otras maneras de imaginar el futuro

1. El reto más grande para la humanidad

El cambio climático es el desafío más grande que enfrenta la humanidad en la actualidad, pero son sus consecuencias las que intensificarán la crisis planetaria en las próximas décadas. Aunque los efectos materiales de la crisis climática son y serán multidimensionales, quizá sea la movilización humana influenciada por el cambio climático, véase migración climática a partir de ahora, uno de los fenómenos menos explorados, pero irónicamente más catastróficos para la humanidad.

Aunque existen investigaciones que evidencian la presencia de migrantes climáticos en la actualidad, especialmente a nivel doméstico, son los escenarios futuros descritos por un gran sector de la comunidad científica los que otorgan una dimensión alarmante y urgente al fenómeno a nivel internacional. En sus pronósticos más pesimistas, la Organización Internacional para las Migraciones (oim) señala que, para 2050, existirán entre “25 millones y 1000 millones de migrantes climáticos” (oim, s. f.). Esta predicción se basa en la evidencia científica recopilada por instituciones especializadas, como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) (2019), mismo que indica el rápido ascenso del nivel medio global del mar (nmmg) provocado, con “alta confianza”, por las actividades humanas (IPCC, 2019).

El IPCC alerta que para el mismo 2050, los fenómenos extremos relacionados con el nivel del mar (entiéndase superhuracanes, inundaciones masivas, tormentas extremas e intensificaciones de fenómenos meteorológicos como El Niño) serán más frecuentes e intensos, llegando a presentarse tan usualmente como una vez al año. Esto devastará principalmente a las comunidades costeras que carezcan de la infraestructura necesaria para adaptar su modo de vida a las nuevas exigencias relacionadas con el cambio climático, como el grupo de países dentro de la categoría de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (sids, por sus siglas en inglés), que incluye naciones isleñas como Haití, Kiribatí, Tuvalu, entre otras.

Las personas movilizadas internacionalmente por los efectos del cambio climático se enfrentan a fenómenos divididos por la temporalidad e intensidad de su acontecer. Gourtin (2024) diferencia entre los fenómenos Fast Onset y Slow Onset. Los primeros son desastres naturales de impacto inmediato sobre las poblaciones humanas más vulnerables (huracanes, erupciones volcánicas, terremotos, etc.) y los segundos, efectos paulatinos del cambio climático que provocan cambios escalados en la forma de vida dentro de los territorios afectados (sequías, inundaciones, olas de calor, etc.). Ambas categorías de fenómenos meteorológicos propician en la actualidad, y con más frecuencia e intensidad en el futuro, la movilización forzada a escala internacional.

La primera categoría presenta razones más visibles y hasta evidentes, ya que irrumpe directamente en la seguridad de los habitantes de las comunidades afectadas, obligándolos a abandonar sus hogares para ser relocalizados. Pero es la segunda categoría, que comprende los fenómenos de un desarrollo más lento, la que dentro de la academia ha sido más complicada de relacionar con las migraciones internacionales. Esto se debe a su lenta pero continua aportación al deterioro de la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables, lo cual puede hacer inhabitable ciertas regiones.

Según algunas predicciones citadas por Stoutenburg (2013), la identificación del factor climático en migraciones a largo plazo, en comunidades afectadas por múltiples causas que las empujan fuera de sus hogares (como las falencias económicas, la violencia sistemática, la guerra, etc.), complican el encuadre de la migración climática. Sin embargo, Gourtin (2024) impulsa la tesis de que, si bien el cambio climático comparte el escenario de la expulsión humana con otros factores, la debacle climática también

exacerban las desigualdades y los patrones de discriminación preexistentes, marginan aún más a los pobres, las mujeres solteras, los ancianos o las personas con discapacidad o que padecen el vih/sida y enfermedades crónicas, y afectan los derechos de las minorías o los pueblos indígenas. (Gourtin, 2024, pp. 34-35)

Aunque la migración climática, en sí misma y como agente intensificador de otras categorías migratorias, se prevé quizá como el mayor desafío que ha enfrentado la estructura internacional contemporánea, dicho fenómeno aún no está considerado como una categoría migratoria dentro del umbral de protección internacional hacia las personas en movilidad forzada. Ningún pacto internacional, vinculante o no, contempla a los migrantes climáticos como sujetos meritorios de protección internacional, a pesar de que la comunidad internacional ha tenido repetidas oportunidades para incluir la categoría dentro de mecanismos jurídicos, como el del refugio, para dotar de validez los reclamos por justicia climática y protección a aquellos pueblos más vulnerables por la crisis climática, pero no lo hicieron.

El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular (en 2018), el Caso de la Familia Teitiota vs. Nueva Zelanda (en 2020), la COP 27 (en 2022) y la COP28 (en 2023) han sido los escenarios internacionales más recientes en donde los miembros de la comunidad internacional han discutido las reformas a la composición de la estructura de protección migratoria, o las acciones concretas a nivel global en pro de frenar el desastre climático que acecha el futuro del mundo. Sin embargo, la migración climática no fue objeto de debate en ninguno de estos foros. ¿Por qué? Mi postura teórica sostiene que esta negligencia recae en los intereses activos del Norte Global por proteger su proyecto moral y político.

2. Una historia de contaminantes y contaminados

La responsabilidad de la crisis climática no es simétrica. Gran parte de los hallazgos científicos demuestran que las naciones industrializadas tienen una carga mayor, y por mucho, en las emisiones de CO2 a la atmósfera, uno de los mayores culpables del cambio climático. El Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (unep, por sus siglas en inglés) (2022) revela que los miembros del G20 (las 20 economías más grandes del mundo) son responsables de al menos el 75% de las emisiones históricas de dióxido de carbono a la atmósfera. En contraste, el bloque de países menos desarrollados sólo ha contribuido con un “0,5% a las emisiones históricas de CO2 de los combustibles fósiles y la industria entre 1850 y 2019” (UNEP, 2022, p. 9).

Los datos proporcionados por las Naciones Unidas ya son alarmantes en sí mismos y evidencian la enorme brecha climática que existe entre las contribuciones históricas al cambio climático, enmarcadas dentro de una lógica Norte-Sur con claras diferencias. Además, el informe Combatir la desigualdad de las emisiones de carbono publicado en 2020 por Oxafam muestra que, en el periodo entre 1990 y 2015, el 10% más rico de la población en el planeta es responsable del 52% de las emisiones de carbono acumuladas en el periodo, mientras que el 50% más pobre sólo ha emitido el 7% (Oxafam, 2020).

La información recopilada no sólo respalda la narrativa de la brecha climática, sino que también representa el pilar para la construcción de medidas restaurativas y la lógica de la lucha climática internacional en la actualidad. Nawrotzki (2014) explica la relación entre el sustento científico y la estructuración internacional contemporánea, argumentando que mientras el Norte Global ha basado su desarrollo económico en la explotación de combustibles fósiles y de recursos naturales limitados, el Sur Global no sólo no ha gozado del mismo camino, sino que ha sufrido las consecuencias de la noción de progreso del Norte, ya que “tienen que soportar los costes en forma de pérdidas de cosechas y destrucción de los medios de subsistencia” (Nawrotski, 2014, p. 10).

Nawrotski (2014) también señala que está lógica dicotómica es la que sustenta la campaña internacional contra del cambio climático y la idea de justicia climática. La noción de “el que contamina, paga” es el centro del principio que encumbra Naciones Unidas sobre las exigencias a los países desarrollados para participar en fondos e iniciativas contra del cambio climático (como los bonos de carbón o el Fondo de Pérdidas y Daños). El Norte Global ha aceptado su responsabilidad en materia climática, pero ¿qué pasa con las personas desplazadas debido a las consecuencias del cambio climático?

Comprendiendo la realidad del fenómeno de la migración climática, es importante recalcar que, aunque dicha categoría no esté reconocida en la legislación internacional y sea para algunos meramente una categoría de análisis académico, existe y se intensificará en el futuro, un escenario para el que la comunidad internacional no está preparada. En primera instancia, y gracias a su alojamiento dentro del hueco jurídico, los migrantes climáticos podrían estar sujetos a los estigmas tradicionales que se les atribuyen a otras categorías de la migración, intensificados por la ola de populismos conservadores, xenófobos y racistas que acecha en Estados Unidos y Europa.

Adelantando las consecuencias, dentro del proyecto de investigación, se propone la figura del refugio como una posibilidad de salvaguarda, tanto para la integridad física de los desplazados (que muchos se enfrentarían a un escenario donde no pueden volver a sus hogares) como para la consideración política y el estigma social que pesa sobre sus espaldas. FitzGerald (2019) explica la noción de Naciones Unidas sobre el tema, remarcando la distinción que sostiene dicha institución: “los refugiados no son migrantes” (Fitzgerald, 2019, p. 5). Esto es así, según FitzGerald (2019), porque Naciones Unidas desea “proteger” la figura del refugiado y obligar a los Estados receptores a velar por la seguridad de aquellos que escapan de la persecución política, los conflictos armados, violaciones masivas a los derechos humanos, entre otras causas. Esta distinción los separa de aquellas personas migrantes de índole económica que, si bien salen de sus países buscando un mejor panorama de vida, la salvaguarda de su propia existencia no es la causa principal de su movilización. Una diferenciación que apoya la “[defensa] de esas obligaciones frente a las demandas de restringir a los refugiados basándose en la afirmación de que son meros ‘inmigrantes económicos’ que no merecen protección” (FitzGerald, 2019, p. 5).

Pero el refugio es una herramienta que no contempla a los migrantes climáticos. El proyecto de investigación defiende que la razón principal es que no pueden regresar a su lugar de origen. A diferencia de los expulsados por la guerra o la inestabilidad sociopolítica, una inundación masiva de las comunidades costeras es irreversible, por lo que la relocalicación, en esos casos, tendría que ser permanente, y principalmente dentro de los países del Norte Global, aquellos con infraestructura preparada para albergar un gran éxodo proveniente de los pueblos afectados eternamente por las consecuencias del cambio climático.

Los migrantes climáticos antes descritos no podrían completar el “ciclo del refugio”, mismo que desemboca en ser considerados como “retornados”, una categoría migratoria construida por las Naciones Unidas para describir a todos aquellos refugiados que retornan a sus países de “forma voluntaria”, dejando automáticamente de ser considerados refugiados. Según el acnur (s. f.), solamente en 2022 alrededor de 339 300 personas en situación de refugio lograron regresar a sus países de origen, como Costa de Marfil, Burundi y Sudán del Sur. Aunque el retorno voluntario nunca ha sido enteramente voluntario, ya que la figura del retorno ha sido instrumentalizada históricamente por los Estados receptores para ejercer presión a los refugiados albergados en su territorio a que regresen a sus países, aunque éstos no sean enteramente aptos para recibirlos de vuelta. En el periódo de 1991 a 1996, tras la relativa estabilización de los territorios en conflicto por la Guerra Fría, el acnur reconoció el retorno de unas 9 millones de personas a sus países de origen, aunque “una gran porción” de ellos fue objeto de una coacción “deliberada, ejercida por los gobiernos de acogida, las comunidades de acogida y otros actores, con la intención específica de obligar a los refugiados a regresar a su patria” (acnur, 1997).

La imposibilidad de algunos migrantes climáticos de regresar a sus territorios, que se volverán virtualmente inhabitables, ha provocado que la comunidad internacional tome la decisión activa de no incluir la migración climática dentro del esquema del refugio, aunque eso signifique soslayar los preceptos morales sobre los que se fundamenta. El sistema internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial, dominado por el bastión occidental, basó su existencia en un proyecto moral liberal fundamentado en el ideal kantiano sobre la irrelevancia moral de todos los seres humanos, dotándolos de un mismo valor sin importar el origen étnico, nacionalidad, sexo, género, etc. Lo anterior sustentó la creación del régimen de los derechos humanos, régimen que para Ignatieff (2000) significaba una nueva “brújula moral” para la comunidad internacional, un marco de herramientas para que los Estados pudieran velar por todos los habitantes del planeta, sin distinción alguna, ya que “cuando los seres humanos tienen derechos defendibles (cuando se protege y refuerza su capacidad como individuos) es menos probable que sufran abusos y opresión.” (Ignatieff, 2000, p. 288).

Empero, la exclusión de la migración climática de todas las herramientas contemporáneas de protección a los desplazados representa una contradicción esencial en el proyecto moral impulsado desde sus orígenes por el Norte Global. La negligencia activa de la comunidad internacional al no legislar alrededor del fenómeno representa una clara distinción entre los seres humanos que merecen ser defendidos y los que no, aquellos que pueden ser acogidos y los que no, quebrantando de esta manera el principio de universalidad sobre el que está construido el edificio ideológico liberal de los derechos humanos. Ante eso, cabe preguntarse: ¿Qué sigue tras el fracaso moral del Norte Global?

3. La emancipación y el neozapatismo

La respuesta, para el trabajo de investigación, está en el Sur Global. No sólo es porque los países pertenecientes a este bloque teórico y político son las principales víctimas del cambio climático y los próximos emisores principales de migrantes climáticos, sino también porque son excluidos de los principales espacios de toma de decisiones a nivel internacional para la generación de políticas que vayan acorde con las necesidades de los pueblos más vulnerables del planeta.

Los marginados, los olvidados, aquellos que sobran en el sistema internacional actual tienen el potencial y la responsabilidad de imaginar un mundo distinto al existente, un sueño que sólo puede ser pensado a través de la emancipación. Según el análisis de Marx, el proletario se encuentra inmerso en una sociedad que lo despoja de valor y significado, moldeándolo dentro de la alienación, una universalidad vacía para el pensador. Una vez que el proletario genere conciencia de clase y dirija la mirada hacia su situación, se verá impulsado irremediablemente a liberarse de los complejos esquemas de opresión capitalista que lo mantienen subyugado. Empero, la trancisión hacia la liberación no puede ocurrir dentro de los cannones actuales de la sociedad, ya que son estos mismos los que actuan como cadenas que restringen la originalidad política del proletario, y su transformación no sería suficiente para aquél que “es nada, cuando debería serlo todo” (Casuso, 2018, p. 69).

En el contexto de la migración climática, es el Sur Global el que tiene que cobrar consciencia sobre su condición para transformar su realidad a través de un reclamo contra del fracaso moral del Norte Global. Debe exigir un lugar dentro de los espacios de decisión internacionales para así, y sólo así, poder tomar el control en la construcción de legislación, que es la materialización de los ordenamientos sociales y la moral internacional.

Es en este último apartado donde la importancia del legado zapatista entra en la ecuación, ya que el movimiento liderado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) es en sí mismo una muestra viva de la capacidad emancipatoria que las comunidades más vulnerables poseen cuando cobran conciencia de su posición. Por medio de ideas como la de “abajo y a la izquierda” y “mandar obedeciendo”, el neozapatismo ha forzado su entrada en el panorama nacional e internacional como uno de los movimientos sociales de reclamo popular más importantes del último siglo. El levantamiento del neozapatismo hace 30 años le mostró al mundo que el esfuerzo emancipatorio está vivo fuera de los libros, que es posible impulsar un quiebre revolucionario para revocar los moldes de la sociedad contemporánea, que no le fue suficiente al movimiento para llenar sus ambiciones siempre rebeldes.

La relación entre la emancipación internacional de los pueblos del Sur Global en relación con la migración climática y el movimiento neozapatista sin duda no es evidente a primera vista; sin embargo, está dentro de la escencia disruptiva y revolucionaria de ambos fenómenos en donde el nexo es más fuerte. La entrada, forzosa, del Sur Global en las primeras planas de los escenarios más importantes de decisión internacional es aún un proceso con perspectivas futuras, ya que la estructura del sistema internacional contemporáneo en sí misma es excluyente de la inclusión de las voces más vulnerables del planeta, no de manera activa, pero en los cimientos de la ética que componen el edificio político e ideológico que rige el comportamiento entre Estados y demás actores mundiales en la actualidad, como fue expuesto anteriormente.

Es labor del Sur Global romper las barreras impuestas y, si no incluirse en los espacios ya existentes, crear nuevos escenarios donde el conocimiento pueda ser intercambiado y materializado en documentos concretos que renueven el régimen del refugio con las necesidades del Sur Global, desde la visión del Sur Global. Procesos vivos como la Declaración de Cartagena son muestra de ello. El rol del neozapatismo en este esquema político descansa en el legado de lucha y resistencia que el movimiento ha construido desde hace décadas, con un potencial pedagógico e inspirador para otras causas justas alrededor del mundo, como la aquí abordada, otorgando experiencias en la práctica que pueden ser replicadas, o tomadas como base de partida, y llevadas al escenario internacional.

Conclusiones

Aunque el proyecto de investigación cuyos resultados presento dentro de este texto no nombró explícitamente al zapatismo dentro de la línea de investigación, la influencia del pensamiento y el actuar revolucionario que encumbró este movimiento es evidente en cada renglón que exhibe lo que los neozapatistas han hecho evidente dentro de sus comunicados, donde la crítica al capitalismo, a la comunidad internacional y al ideario político liberal abundan, y no sólo quedan en texto, sino que materializan una opción real y viable para resistir en carne propia. Que los condenados del mundo puedan resistir, y lo hagan siempre desde abajo y a la izquierda.

Pero no es tan fácil para la globalización neoliberal, porque los explotados de cada país pues no se conforman y no dicen que ya ni modo, sino que se rebelan; y los que sobran y estorban pues se resisten y no se dejan ser eliminados. Y entonces por eso vemos que en todo el mundo los que están jodidos se hacen resistencias para no dejarse, o sea que se rebelan, y no sólo en un país sino que donde quiera abundan, o sea que, así como hay una globalización neoliberal, hay una globalización de la rebeldía. (EZLN, 2005)

Referencias

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[1] Licenciado en Relaciones Internacionales. Con experiencia en el Observatorio de Participación Ciudadana y Calidad Democrática de la Univesidad Iberoamericana Pueba, comenzó su carrera como periodista en 2023 en France24, realizando contenido para televisión y siendo autor de múltiples artículos, con especial interés en migración y política internacional. maxpgd@hotmail.com https://orcid.org/0009-0001-4094-3551

[2] [2] “[…] las personas o grupos de personas que, predominantemente por razones de cambio súbito o progresivo del entorno que afecte negativamente a su vida o a sus condiciones de vida, se vean obligadas a abandonar su domicilio habitual, o decidan hacerlo, temporal o permanentemente, y que se trasladen dentro de su país o al extranjero" (Campbell et al., 2016, p. 19).

[3] Concepto desarrollado por Martin para describir la arquitectura normativa que la comunidad internacional creo con la promulgación de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 para “prestar asistencia y protección a quienes se ven desplazados por acontecimientos que escapan a su control.” (Martin, 2010, p. 47).

Maximiliano Pérez Gallardo Díaz

Licenciado en Relaciones Internacionales. Con experiencia en el Observatorio de Participación Ciudadana y Calidad Democrática de la Univesidad Iberoamericana Pueba, comenzó su carrera como periodista en 2023 en France24, realizando contenido para televisión y siendo autor de múltiples artículos, con especial interés en migración y política internacional. maxpgd@hotmail.com https://orcid.org/0009-0001-4094-3551

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