Editorial

Mirar, mirarnos, a través de un espejo o de un cristal. La mirada no tiene ingenuidades, busca un reflejo de quien observa o se aterroriza o deleita en el hallazgo de lo disímil. Quien cree tener la receta superior que promete curarlo todo, quien supone domina la respuesta definitiva sobre la cuadratura del círculo o el sentido que se esconde en lo fugaz y en lo etéreo, crea y usa espejos para ver al mundo y los otros. El poseedor de tantas verdades necesita espejos para convencerse que es multitud y detectar a través de ellos, ubicándolos cuidadosamente a sus espaldas, las asperezas que impiden que mundo y otros quepan en el molde —en el único molde que le parece posible, el de su reflejo—. El que observa a través del espejo no hace más que buscarse a sí mismo con el frenesí de quien trata de encontrar una justificación para lo anudado con descuido; intenta la hazaña maratónica de justificarse a sí mismo, de validarse en la autoconcedida autoridad de oráculo del que se desprenden todas las respuestas. Si es que el otro le mira a los ojos, por costumbre en la maniobra, con afán ubica al espejo como lente para verle. Pretende una sobreposición de reflejos, juega a mirarle, pero sabe que el artefacto impide que se trasluzcan los ojos que esperan verle y ser vistos. En el Abecedario para escarabajos, escrito en el invierno de 1996, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) recordaba que en 1994 el Poder —sí, con mayúscula intencionada— reía con beneplácito ante el levantamiento de la Selva Lacandona con fusiles hechos de madera, “[e]l espejo lo había revelado eterno y omnipresente”.

Develando el juego de esa mirada que buscaba reflejos para reafirmarse en soberbia, los zapatistas señalaron que, a diferencia del Poder, ellos usaban otro artefacto para ver al mundo y a los otros y las otras: “Ustedes creen que son los únicos, nosotros sabemos que somos uno más. […] Ustedes miran lo que es, nosotros lo que puede ser. Ustedes miran números, nosotros personas. Ustedes miran los muchos, nosotros los pocos. Ustedes miran muros infranqueables, nosotros grietas. Ustedes miran posibilidades, nosotros lo que es imposible sólo hasta la víspera. Ustedes buscan espejos, nosotros cristales. Ustedes y nosotros no somos lo mismo”. Sólo adiestrándonos a ver a través del cristal, nos compartieron, se logran respuestas para preguntas como “¿cuál es tu historia? ¿dónde tus dolores? ¿cuándo tus esperanzas?” y se gesta la fuerza que proviene de la diversidad y la diferencia: “somos quienes somos, y hay otr@s que son quienes son, y hay otro para quien todavía no tenemos palabra para nombrarlo y, sin embargo, es quien es. Cuando decimos “nosotros” no estamos absorbiendo, y así subordinando, identidades, sino resaltando los puentes que hay entre los diferentes dolores y las distintas rebeldías”. Sabiéndose a sí mismos viendo distinto y sirviendo a lo diferente, rieron entonces de la incapacidad de ver de quienes se aferraban y aferran a los espejos por estar convencidos de que son lentes para mirar y de quienes ofrecen espejos a cambio de secretos de Dorados.

Durante treinta años y usando cristales para poder vernos, los zapatistas nos han enseñado con paciencia sobre la tarea de cambiar los Nortes de las brújulas que ordenan nuestros mundos. Nos contaron despacio y con cariño del estruendo que engendra el silencio. Nos recordaron la potencia de la algarabía que surge del susurro cuando, después del silencio que prevaleció entre los miles de zapatistas que marcharon a San Cristóbal de las Casas en diciembre de 2012, tomaron la palabra sólo para decirnos: “¿ESCUCHARON? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo”. Nos han demostrado la importancia de destinar tiempo y voluntad para crear una poética para las resistencias, una que pueda reencantar el mundo que ha sido desprovisto de toda ánima mediante conjuros de productividad. “Allá adentro se está muy triste… y uno nunca invita, a los que quiere, a ponerse triste…”, decía el viejo Antonio que atendía siempre en el dintel de la puerta de la champa para impedir el paso de quien le visitaba. “Cuando uno invita a alguien es porque lo invita a una alegría…así se hace con los que uno quiere”, y justo así nos han invitado los zapatistas a las resistencias. Re-fabulando el mundo nos han convocado a rebeldías alegres, pese a las tristezas pasadas y los presagios de derrotas; sí, nos han emplazado a las carcajadas de quien descubre ironías. Convencer y no vencer, se propusieron, y con la contundencia de lo que son utopías para nuestros mundos y raíces profundas en su historia, nos han convencido. Sin ánimo de estruendo ni buscando repetición, sin creer ni por un momento en la existencia de un instructivo para cambiar el mundo, y menos aún que la finalidad de caminar lento en colectivo sea tomar el Poder por asalto, el EZLN mirando a los ojos de quienes se sirven de sus fábulas les dice: “Ya no eres tú, ahora y desde siempre eres nosotros”.

A treinta años de la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en las montañas del Sureste mexicano con una apuesta anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal, este dossier de Incidencias está compuesto por contribuciones que exploran, por una parte, las enseñanzas que nos han heredado las estrategias y horizontes para la resistencia que los zapatistas han propuesto y, en paralelo, la forma en que a través de éstos han inspirado el planteamiento de dudas sobre la organización prevaleciente del mundo y la puesta en obra de acciones que tienen por intención modelarlo de nueva cuenta. Todas estas contribuciones nos dejan en claro el radio de incidencia de una rebeldía que sigue andando y que sabe, porque siempre lo supo, que hay más descubrimientos cuando se camina sin certezas del punto de satisfacción y que se abren otros senderos cuando se camina preguntando.

Al tercer año de edición de Incidencias, y cuatro años de trabajo desde su creación como proyecto editorial, ha llegado el momento de decir «hasta luego» a un colaborador fundamental de esta revista. Querido Ricardo Escárcega, gracias por brindarnos tu guía en el mundo editorial, por seguir la chispa de creatividad que anima esta obra y, muchas gracias más, por los 23 años de trabajo en nuestra universidad dando soporte y camino a decenas de creaciones bibliográficas. Ha sido todo un gusto compartir este trecho con tu sabia compañía.

Nathaly Rodríguez Sánchez[1]

Directora

[1] Politóloga egresada de la Universidad Nacional de Colombia, y maestra y doctora en Historia por El Colegio de México. Sus campos de interés investigativos giran en torno a la historia de las mujeres, los feminismos, el género y la diversidad sexual en Hispanoamérica. Actualmente se desempeña como Académica Investigadora de Tiempo Completo del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras del Conahcyt (Nivel I) y es directora de Incidencias desde 2021. Correo electrónico: 711969@iberopuebla.mx. orcid: https://orcid.org/0000-0001-7408-5439

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