Editorial
Habrá que detenernos a pensar si tal vez ya nos hemos convencido, al punto de no pensarlo, de la importancia de que se cumplan los presagios de rigidez y entereza que requiere el mundo del codo contra codo. Cabe que sembremos la duda de si nos habremos ya resignado a renacer de las cenizas como si fuese mandato, a reconstituirnos aun cuando las alas se sepan cansadas de aguantar por largo tiempo el vuelo en círculos, o de seguir la marcha pese a que ya no se conozca el lugar de llegada ni el sentido de alcanzarlo. No parecería lejano de la realidad pensar que nos hemos acostumbrado (en cuerpo y vocación) a ser sujetos-objeto de ese ajuste continuo de las tuercas que se hacen sobre la maquinaria para que siga funcionando, para que las diminutas partecitas sigan integradas, para que sean la parte de un todo que tampoco hace tratos eternos pues si es necesario reemplaza/desecha lo que se fractura o flaquea. Paradójico sacrificio de reconocerse anónimos, diminutos, y al mismo tiempo desear la condición de indispensables. Semejantes mandatos infiltrados en nuestros movimientos y motivantes cotidianos, podríamos anotar a manera de hipótesis en estas cavilaciones, tal vez serían el origen por derivación de esa sospecha y lejanía (que pueden aparecer aun imbricadas en ojos de conmiseración) con aquellos que figuran como los perdedores, los lastimados, los debilitados del colectivo, en suma, de esa deferencia entablada frente a esos «otros» —por comparación coyuntural— que son vistos como quienes se quedaron sin aliento para seguir el frenético paso que pide templanza y silencio de los miedos e incertidumbres. Y hablando de miedos, ¡cuán grande es aquel de convertirse en ese otro frágil! Miedo implícito a lo vulnerable entonces, terror negado de ser leído en desventaja, a ser sobre-expuesto a la rudeza de los ánimos individualistas, miedo a sentir miedo y miedo oculto bajo retóricas de redención individual que amordazan lo sensible lastimado.
¿Nos habremos convertido en habitantes dóciles de un sistema férreo que al mismo tiempo declara, sin mayores resquemores, que siempre habrá perdedores en medio de la pugna? Ciertamente, ahora hay que anotarlo, la fragilidad de unos cuantos también es vista en nuestro sistema económico y sociocultural (este último tan empapado del primero) como producto inevitable de esa organización creada para los más fuertes. Se asevera, por ejemplo, que la vida al punto de la subsistencia es resultado de la incapacidad de algunos (muchos) para competir o secuela inevitable de las necesidades de un proyecto civilizatorio indetenible. De cuando en cuando es notorio que ciertas concepciones evolucionistas sobre «lo humano» se impregnan en la justificación, en la disculpa, por especificar que la promesa del capitalismo (el sueño de la acumulación tenida como éxito) no es para todos. Una economía del descarte, de sujetos invalidados por sus condiciones corporales o disposiciones emocionales, parece también ahí reproducirse. Pero pese a esa aceptación implícita de las poblaciones derrotadas, volvemos al punto, tal fragilidad es vista como rasgo o consecuencia indeseable; una característica que en medio del afán por la notoriedad nadie desea poseer.
No obstante, en seña de resistencia, existen apuestas políticas cruzadas con ontologías-otras que abrazan y enseñan de la importancia de habitar, cuidar y aún sublimar las fragilidades y lo vulnerado. Enfrentando a esas formas naturalizadas de rezago del sistema social que se levanta sobre el parámetro de estar siempre listos para la competencia, ciertos sujetos y colectivos han denunciado las vidas fragilizadas que ha creado y sigue generando esa dinámica que antes advertíamos. Otros más, y no necesariamente en la interpelación a las instituciones jurídico-políticas formales sino más bien desde el ámbito de la acción no postergada, nos han llamado a prestar atención al cuidado de lo vulnerable como fórmula para recuperar la dignidad humana negada o para la creación de lazos colectivos que vayan más allá de la simple cohabitación o del azar de compartir una nacionalidad u otra identidad comunitaria. En estas acciones parecen emerger las semillas o vías para dar lugar a esa ética heterónoma, opuesta a la acción emitida y favorecedora del yo, a la que nos convoca la propuesta del filósofo lituano Emmanuel Lévinas: una que tiene al otro como punto de satisfacción de la acción, una que supone la asistencia a quien puede figurar en nuestro presente ya sólo como pura ausencia en el mundo y cuyo dolor debería dejarnos completamente ajenos bajo el enclaustramiento al que nos convoca el sistema.
Incidencias, la revista electrónica de estudios Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla, se interesa en este dossier por reflexionar críticamente en torno a fragilidades creadas por el sistema social predominante que han sido reapropiadas por determinadas subjetividades y/o colectivos como lugar de denuncia, resistencia o como espacio para propugnar por el cuidado del otro. Los artículos aquí reunidos nos permiten imaginar con los pies bien puestos en la tierra, presagiando entonces posibilidades reales, nuevas sociabilidades que escapen a la lógica de la competencia, del eficientismo y del individualismo que se apuntalan en el rechazo a la dimensión sensible de lo humano. Hemos retomado además como insignia de esos procesos de reconstitución de lo fragilizado a un signo cultural de México que, en forma de alimento, invita a pensar en esas configuraciones de otras subjetividades y relaciones que pueden surgir al reconocer, abrazar, resistir desde lo descartado por el sistema. El huitlacoche, maíz que ha sido atacado/invadido por un hongo y retomado por los mexicanos en preparaciones únicas e imposibles en otras latitudes, creemos nos recuerda esa posibilidad de re-fabulación de lo existente. Presentamos un dossier que se propone abatir los miedos frente al quebranto y ver las esperanzadoras enseñanzas de quienes han acogido a lo frágil como lugar de creación de subjetividades, de vivencias colectivas no pasivas y apuestas macropolíticas.
Nathaly Rodríguez Sánchez[1]
Directora
[1] Politóloga egresada de la Universidad Nacional de Colombia, y maestra y doctora en Historia por El Colegio de México. Sus campos de interés investigativos giran en torno a la historia de las mujeres, los feminismos, el género y la diversidad sexual en Hispanoamérica. Actualmente se desempeña como Académica Investigadora de Tiempo Completo del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conahcyt (Nivel I) y directora de Incidencias desde 2021. Correo electrónico: 711969@iberopuebla.mx. orcid: https://orcid.org/0000-0001-7408-5439.