Editorial

Acostumbrarse a vivir con el malestar, al punto de ni siquiera percibirlo o de sentirse sin la legitimidad para musitar palabra de queja o reclamo, es tal vez el mayor logro del sistema económico y social en el que vivimos. Entre la abnegación, la rabia contenida y la frustración individual se resbalan los síntomas de tal incomodidad. Un vistazo a la vida cotidiana, nos permite identificar esas espinas con las que nos hemos acostumbrado a (mal)vivir.

El cansancio corporal, el agotamiento mental o a la falta de inspiración vital para desarrollar una labor, por ejemplo, aparecen minimizados ante la promesa de una posición profesional respetable para el trabajador con título universitario. Soportar con resignación el día grisáceo de lo insípido mientras llega la recompensa, tal vez sea el susurro que anima a esos desesperanzados. Al mismo tiempo, y como un resultado más de la fascinación que causan ciertas «palabras mágicas» como innovación, tecnificación o desarrollo —característica de conjuro, apuntamos, que deviene de su aparente capacidad para hacer brillar todo aquello que tocan—, hemos naturalizado la pobre compensación económica que recibe el trabajo manual. La certeza de una contradicción emerge al comparar el volumen del pago otorgado frente a cuán temprano empieza el día para el trabajador rural, o con cuán inestable es la oferta de trabajo para el jornalero o con la rauda velocidad con la que se agotan los cuerpos de quienes recorren los caminos escarpados del transporte de lo producido. Pero los ojos de visión amplia saben que allí no parará la tensión, pues el producto tiene un largo camino que recorrer antes de que su costo sea definido. Tendrá que pasar por las balanzas e intereses de los intermediarios, confrontarse con la competencia de los productores mayoritarios y vérselas con la capacidad publicitaria de nuevas formas de consumo que les orillan y que, a todas luces, les dejan mal situados en la competencia.

Pero no solo hay malestar oculto en el mundo del trabajo, de la producción y/o de la acumulación material. Basta con detenerse a observar las reglas del género y del amor en las que socializamos para notar otra fuente de incomodidad soportada. Rápidamente, al acercarnos a ese terreno, nos encontramos con las emociones insatisfechas que surgen de relaciones no reciprocas en intercambio de cuidados; relaciones desniveladas de base por los permisos y la supravaloración entregados culturalmente a lo masculino. Aparecen también en esa dimensión las sensaciones ríspidas de quienes habitan cuerpos que no cumplen con las reglas de las formas, de los tamaños, de los colores de tez o de la dirección del deseo añorables, esperables, supuestamente exigibles para los humanos. Los campos para detectar violencias infiltradas siguen creciendo en cuantía al pensar con igual talante crítico en la experiencia encarnada de las fronteras territoriales, de, en las estrechas fórmulas de la participación política que solo acepta a ciertos sujetos y formas del acceso a la justicia que se sabe demandante más que generosa para los que acuden o en las asimetrías para el gozo de una educación de calidad.

            Así las cosas, parece que habitamos un mundo que produce y patrocina moldes que estrujan, cortan, segregan y/o demandan ciertos cuerpos, emociones, fuerzas y agendas. Moldes de organización cultural, sociopolítica y económica que constriñen la vida y la capacidad de acción, pero que hemos dejado de notar en los efectos de limitación y ahogo cotidiano que originan. En este nuevo dossier de Incidencias hemos llamado a académicas, investigadores, analistas, profesionales de las Ciencias Sociales recién egresados y aquellos en puente con organizaciones sociales que proyectan y trabajan por otras formas de socialización, a detectar y reflexionar en torno a esos ángulos filosos del sistema social del que somos parte. Hemos construido este número, a partir de ocho contribuciones, con afán de visibilizar algunas de esas amarras asfixiantes y transparentadas, confiando en que al ser develadas encuentren menos manos para su reproducción.

En la sección Miradas Académicas, el artículo de autoría de Fernando Ríos y Josefina Cendejas abre el diálogo, proponiendo un diagnóstico sobre las violencias desbordantes que aquejan a México en tanto síntoma del proceso de mercantilización de la naturaleza, del trabajo y de la vida humana al que convoca el llamado estruendoso al libre mercado. Por su parte, el texto de Gabriela Quintero pone sobre la mesa los efectos maliciosos que la censura/estigmatización de los cuerpos gordos, y el disciplinamiento de los sujetos a partir de un referente limitado de belleza continuamente demandado, tienen en las emociones, relaciones erótico-afectivas y en la proyección de las mujeres. Cerrando la sección, Jorge Sosa nos pone al día sobre el monopolio del espectro radioeléctrico logrado por ciertos actores comerciales que se han apropiado del derecho de comunicar e informar. en la sección Experiencias y otros saberes, Jovita Soto nos comparte la infravaloración que en el sector de la logística y transporte en México se hace de la labor que aportan los conductores de tractocamiones; de su mano nos acercamos a las condiciones poco dignas que soportan estos trabajadores vitales para el intercambio pero borrados como sujetos. A punto seguido, el equipo de profesores del Área de Síntesis y Evaluación I del Departamento de Negocios de la IBERO Puebla nos señala la necesidad de proponer un viraje en la educación brindada en las escuelas de negocios. Ese cambio supone pasar de una mirada centrada en el mercado, a una apuesta que se comprometa con la incidencia social de comunidades empobrecidas. En la sección que dedicamos a proyectar vocaciones científicas, Nuevos Investigadores, Alejandro Gallardo y Lizbeth Diaz nos hablan de violencias sigilosas que se infiltran en procesos que tienen apariencia de cambio, inclusión o mejora de las condiciones de poder de sujetos históricamente excluidos. El primer autor nos lleva al mundo de las militancias LGBTTTIQ+ del municipio de Puebla y señala la forma en que han sido cooptadas por las lógicas políticas del Estado mexicano, mientras que a través del análisis de la segunda autora se resaltan las condiciones de precariedad e inseguridad en que se desenvuelven las nuevas emprendedoras de negocios por internet (nenis). Por último, José Ignacio Rodríguez, en la sección Análisis de la realidad, procura una revisión crítica de la legitimidad entregada a las decisiones tomadas por las mayorías, detectando los riesgos que pueden suponer para la preservación de la democracia. En todos estos textos, en paralelo al interés por delimitar las violencias que se nos han infiltrado, podrá notar el lector, se ha sostenido el deseo de vislumbrar antídotos de esperanza que tal vez abonen en caminos menos estrechos para el paso de la vida.

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